Está también el día en que fui al centro. Tomé fotos desde un fuerte del siglo XVII. Luego caminé a una iglesia, no tan antigua y que estaba cerrada a pesar de ser domingo.
Cuando me iba, vi a dos hombres y uno de ellos, que andaba en muletas, me preguntó si era americano. "No". "Egyptian?" "No". Les di veinte oportunidades para adivinar. Mencionaron Colombia, Nicaragua, España, Canadá, Siria, Líbano, y otros países. Les dije:
—Soy mexicano, es la frontera sur de Estados Unidos.
—Ahhhh, ¿quién es el mejor jugador de futbol?
—No sé, yo era jugador de futbol americano.
—HAHAHAHA ¿Tú agarrabas el balón con las manos?
—Sí.
—HAHAHAHA ¿Pero le llamas futbol?
—TAMBIÉN pateamos el balón. —Le respondo con rostro serio.
—OK OK, mon! — ríen ambos.
—Ahhhh, ¿quién es el mejor jugador de futbol?
—No sé, yo era jugador de futbol americano.
—HAHAHAHA ¿Tú agarrabas el balón con las manos?
—Sí.
—HAHAHAHA ¿Pero le llamas futbol?
—TAMBIÉN pateamos el balón. —Le respondo con rostro serio.
—OK OK, mon! — ríen ambos.
Les pido que me dirijan a un sitio para ir por una cerveza, un sitio al que ellos irían normalmente. Me dan las instrucciones, que no entiendo. Les invito una a cada quien si me llevan. Caminamos hacia el muelle. Mientras lo hacemos, el de las muletas me cuenta que es de Guinea Bisau, que vendía platanos fritos y tenía su novia con la que iba a casarse. Durante un golpe de estado llegó cerca de unos soldados, quienes le ordenaron que se fuera con ellos. Por su amor a la novia, él se negó a unírseles. Le cortaron la pierna derecha, para marcarlo como soplón del gobierno, pero le perdonaron la vida esa vez. Su novia lo rechazó, porque sin pierna ya no sería un buen soporte o jefe de familia. Se subió a un barco porque a los soplones se les mataba sin piedad. Así había llegado a aquella isla, en 1998.
Mientras bajamos, otro hombre va cuesta arriba, maldiciendo entre dientes. Cuando nos ve, nos grita enfurecido: FUCK YOU, FUCK YOU! Ambos le responden, tranquilos. "Ve a casa, André, y piensa en lo que haces". "Este amigo no te ha hecho nada y ahí estás, portándote como un maldito tonto frente a él". Me explican después: "André, he's mental, mon". "Sí, perdió su familia y luego su trabajo en el barco. Jamás se recuperó". Llegamos al super y el más viejo entró conmigo. Cuando yo agarraba las cervezas, me dijo:
—Mejor danos el dinero, nosotros compramos algo mejor que la cerveza.
—Les invité una cerveza.
—Pero allá nos alcanza para hacer 5 bebidas a cada uno.
—Ok, llévenme.
—HAHAHAHAHA, nooooo, creéme, ¡tú no bebes eso! NO puedes ir allá.
—Les invité una cerveza.
—Pero allá nos alcanza para hacer 5 bebidas a cada uno.
—Ok, llévenme.
—HAHAHAHAHA, nooooo, creéme, ¡tú no bebes eso! NO puedes ir allá.
Les doy el dinero que me hubieran costado dos cervezas y me despido. Regreso por donde habíamos venido. Tomo más fotos. Una hora más tarde, veo a Joao, el de las muletas, que acá eligió llamarse John y ya no usa su apellido, Ambalo. Sale de una calle angosta y me grita llorando de rabia: FUCK YOU, YOU MOTHERFUCKER, BASTARD, MO-THER-FUC-KER! FILHO DE PUTAAAAAAA! El viejo lo sigue y lo regaña, desde lejos: "¡Es el que nos dio el dinero! ¡John! ¿Odias también al que nos dio el dinero?" Joao pasa sin hacerme caso pero maldiciéndome a mí, también al viejo, a la humanidad entera.